martes, 15 de octubre de 2013

HABLAR POR NO CALLAR

La urgencia de contar suele llevar al hablar por no callar, a la saciante repetición de las mismas imágenes una y otra vez, de los mismos comentarios manidos y vacíos a la espera de verdaderas noticias, de novedades , de datos. Tal vez sepan generar ansiedad informativa, pero desconocen, son impotentes, para tratarla adecuadamente. Lo hemos vuelto a comprobar tras el accidente ferroviario de Santiago, de Angrois, de forma muy similar a cómo ocurrió no hace tanto con el accidente de Spanair y hace bastante más con el 11-M. Lo del 11-S fue otra cosa: una terrorífica y grandiosa  producción norteamericana,  un enorme drama del que nos perdimos  las primeras imágenes pero que después fue ofrecido al mundo en riguroso directo.

Una vez más todo comenzó con una palabras sobreimpresionadas en  la pantalla para alterar la aburrida y muy previsible programación televisiva de un día de verano. El primer anuncio/aviso   habla de un descarrilamiento en Santiago sin dar ningún otro detalle. Poco después ya se introduce de la posibilidad de heridos y se anticipa la gravedad de la tragedia; luego llegarán los primeros muertos, un número inicialmente bajo precedido de "al menos". De cinco se pasará a diez, de diez a quince, de quince a veinte,veinticinco,treinta y cinco......y es muy posible que al final se acabe dando una cifra- por ejemplo ochenta- superior incluso al número real de personas fallecidas.

Aquí no llega la TVG autonómica , que al parecer cumplió bien su cometido, su función social, y nos hubimos de conformar con la ceremonia de confusión que en torno  a lo ocurrido en Angrois ofició TVE y especialmente su canal 24 horas que, paradójicamente, y pese a hacerlo rematadamente mal, logró la mejor audiencia  de su historia: un cinco por ciento a fuerza de repetir incansablemente las mismas imágenes del policía desalojando la pasarela, de la mujer de verde que llegaba al lugar del siniestro preguntando por un ser querido, de los primeros muertos cubiertos por mantas y toallas....El desaguisado fue tal que en un momento dado aparecía   en pantalla la cifra de 45 víctimas mortales justo cuando el presidente gallego Núñez Feijó anunciaba ya al menos 55. Se les veía desbordados, raquíticos de medios, queriendo y no pudiendo, mientras otras cadenas se limitaban a emitir pequeños avances informativos en los cortes publicitarios de una película taquillera en la que la acción era recorrida por la  sobreimpresión en pantalla de las novedades que con cuentagotas se iban conociendo en esas primeras horas.

Seguro que en esa noche aciaga fueron miles y miles los españoles que apagaron la televisión y buscaron la inmediatez de la radio o los avances de los medios digitales que en los primeros compases del drama se vieron colapsados. Otros se fueron a la cama siendo plenamente conscientes de que hasta el día siguiente no tendrían una información rigurosa que no fuese hija de la urgencia. El día después en que el periodismo oficial  monclovita  fundiría el accidente gallego con el último terremoto en China.  Maldita globalización de corta y pega.

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