lunes, 14 de octubre de 2013

CIRCO MÁXIMO

Malditas academias de peluquería donde por cortar y lavarte te cobran sólo siete euros, pero a cambio te someten a una larga espera a menudo  tortuosa en la que el televisor de plasma ha sustituido a las revistas del gremio y  a las de corazón para imponer la implacable presencia y ley del “Sálvame diario”, el espacio vespertino de Tele 5 donde hace mucho que perdieron los papeles y la vergüenza, donde Lidia Lozano sigue campando a sus anchas cuando debería estar en la cárcel por acumulación inadmisible de difamaciones, donde Paz Padilla ha perdido todo mi respeto, el que se ganó de la mano de Buenafuente y su banda. Ahora baila las miserias ajenas, corea a una catervade miserables olfateadotes de braguetas y entrepiernas, dedicados a todo tipo de extorsión sentimental en un tono cuya degradación parece no tener límites.

Cuando me llega el turno de pasar al corte,  mis pelos están más que de punta, erizados de horror, y mi cuerpo acusa el vapuleo de la tortura infringida por un tipo de televisión en el que, amparados por la libertad de expresión, se da rienda suelta a todo tipo de vendetas y juicios sumarísimos, sea a Fran Rivera, al que se la tienen jurada, o a la propia Lidia Lozano, sometida a un cara a cara con la presunta “modelo y actriz” Mónica Pont. El plasma dentro del plasma, la pantalla insertada en la pantalla, tal vez para evitar que en el directo haya estirones de pelo y algún arañazo, o para que no se vea flotar en el aire la saliva venenosa que se lanzan. La tal Mónica comparece- ¿a cambio de cuánto?- para airear que la Lozano, inmortalizada incluso en una canción de Sabina, se enrolló con su pareja después de intentarlo infructuosamente con un torero cuyo nombre empieza por Ra, que finalmente no le dio cuartelillo. ¡Que nivelazo!

Tres cuartos de hora de espera peluquera consiguen también que todo un mito nacional, Manuel Santana, ruede por el fango de mis querencias después de los testimonios  de al  menos dos de sus ex esposas y una hija. Si le hubiesen llamado hijo de puta, o mal nacido, hubiera sido denigrarlo mucho menos. Testimonios que apenas se detienen en ese límite donde entraría ya en juego la responsabilidad penal, amenazas directas o a través de tertuliano interpuesto, trapos sucios aireados en una cadena nacional.Estoy leyendo el último libro del cada vez más valorado autor valenciano Santiago Posteguillo , un crack capaz de recrear en volúmenes de mil páginas toda la historia del imperio romano. El último tiene como principal protagonista al emperador hispano Trajano, y un título que me viene a la cabeza una y otra vez antes de sentarme en la silla donde me van a lavar antes de cortar: “Circo máximo”, en el que uno echa en falta la irrupción de leones de verdad que devoren a Matamoros, Mila Ximénez (ex de Santana que dice ser escritora), Lidia Lozano y demás, un auténtico peligro público, y no sólo por el reiterado y permanente incumplimiento  del llamado código de Autorregulación de Contenidos e Infancia, que da risa.
CONXA DAROCA

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