domingo, 31 de octubre de 2010

MIGUEL Y LA ALEGRÍA

Cantaba Violeta Parra que volver a los diecisiete después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver al 82 después de pasar veintiocho años, algunas victorias y tantas derrotas, tampoco esta nada mal, aunque no siempre nos hayamos vuelto más sabios por habernos hecho más viejos. Si hay que viajar en el tiempo, lo mejor es hacerlo a toda máquina , con ritmo y sobre todo con alegría, transportados por un amigo, por un viejo compañero como Miguel Ríos, que como nadie supo transmitirnos en sus canciones la intensa emoción ante la inminencia de un mundo nuevo, ante esa cita con la evolución que nos esperaba a la vuelta de la esquina. El reencuentro ha sido gozoso, mágico, nostálgico pero con buen rollito, dos horas de intensa dicha musical junto al cantante que hace casi tres décadas anunciaba un tiempo del cambio que no ha resultado ser exactamente como él lo imaginaba, pero si eléctrico, lleno de kamikazes y no falto de insurrección. “Miguel y la alegría” , y que me perdone Almudena Grandes por casi copiarle el título de su última novela grande, “Inés y la alegría”.

Este chico granadino de 66 años no sólo es un magnífico transmisor de alegría y buenas vibraciones, sino que le cupo el honor histórico de haber grabado un disco “Rock and Ríos” que tuvo la virtud de anticipar la llegada de la izquierda al poder en España después de un largo tiempo de silencio y dictadura. El anunció ese cambio unos meses antes en gozosas y multitudinaria celebraciones que llenaron campos de fútbol, polideportivos y plazas de toros. Avisaba de que se podía lograr un futuro sin trampa ni cartón, pero algunos prefirieron hacer trampas, a la vez que nos preparaba para alucinar con todo lo que ha venido después, mucho pero no siempre bueno.

Las canciones de Miguel Ríos son patrimonio colectivo – lo pude comprobar en el Pabellón fuente de San Luis- acervo compartido, y en su alegría se encierra mucho de lo mejor que nos ha ocurrido a millones de españoles en el amor y en la vida, aunque también han pasado muchos caballos llamados muerte, a los que nunca debió subirse nadie, que se han llevado muchas vidas que merecieron mejor suerte, otra clase de cambio. Es sabio , él si, esa sabiduría forjada en medio siglo de escenarios y de carretera, desde que a los 16 se convirtió en Mike Río, Rey del Twist, y empezó a encandilar a nuestras hermanas mayores. Luego hubo canciones memorables como “El río” o “Vuelvo a Granada”, y también malos momentos como cuando lo trincaron por consumo de Marihuana y supo lo que era entrar en la trena. Aun no se había muerto el dictador de aquí cuando emergió como hijo pródigo de la mano de Waldo de los Ríos y Beethoven, con ese “Himno a l a alegría” que aun le sirve para acabar sus conciertos de esta gira de retirada y, haciendo honor a su nombre, es como una alegre transfusión en vena. Viéndole doblar el espinazo, flexionarse ágil sobre el escenario, rejuvenecemos por momentos y sentimos que hemos superado con nota el paso de los años.

Miguel Ríos y la alegría, el goce de la música, del rock and roll, del blues, del soul, de baladas excelsas. Miguel, viejo rockero que no muere, como no debería haber muerto el espíritu del 82 que encarnaba tantas ilusiones y tantas ganas Aquel año sus canciones lo llenaron todo. Yo estuve en algunos y siempre regresé más alegre de lo que entré, trasladado con la vieja motocicleta, sin casco y a lo loco, feliz de compartir con ese espíritu de vivir en la carretera, fuera de un autobús, a lomos de una vieja motocicleta, sin casco, regresando achispado y feliz, ilusionado e ileso, protegido por aquel buen santo cósmico, San Miguel ,patrono laico de la alegría y la esperanza. Parece que fue ayer.
JR GARCIA BERTOLÍN