miércoles, 7 de marzo de 2012

ANDRÉS NEUMAN, HACIÉNDOSE EL MUERTO ENTRE IRONIA Y AFORISMOS

“La realidad se parece más a una montaña rusa que a una línea recta”


Dice Andrés Neuman que en el libro “Hacerse el muerto” hay un tono común de tragicomedia, de estados de ánimo y emociones contradictorias. No le sueltes que un cuento es menos que una novela porque te saca las uñas este autor que tras ser uno de los valores más precoces de la literatura hispanoamericana se ha confirmado como uno de los escritores más interesantes en lengua castellana, un crack
¿Escribir cuentos es una forma de hacerse el muerto en literatura?
Define hacerse el muerto
Hacer un paréntesis, posponer, un entretiempo antes de una novela….
Cuando utilicé esa expresión estaba pensando más bien en el sentido más literario, en ese juego que muchos niños y más de un adulto hacen de fingirse muertos para ver qué se siente al seguir vivo. Fui un niño muy curioso respecto de la muerte, la propia y la ajena. Es el gran enigma de nuestra conciencia, aceptar primero que la muerte es una idea y después que se transforma en un destino. Siempre me ha parecido curioso que la única certeza que tenemos nos genere tantas dudas. La ficción tiene mucho de ese juego de ponerte en situaciones que vas a vivir y que necesitas explicarte

En las guerras hay gente que se hace el muerto para que no le rematen
Hay fingimientos que te pueden salvar la vida. Hacerse el muerto puede ser un juego para obtener algún tipo de conocimiento, como en el segundo cuento, donde un personaje disfruta de la certeza de que sus pulmones se hinchan y su corazón late a pesar de que se esté haciendo el muerto, y así recupera el asombro de vivir, pero también ese otro juego de la supervivencia, de hacerse el muerto para que no te maten. Muchas veces hay cierta clase de mentiras que aspiran a una verdad

La gente suele pensar que los cuentos cuestan menos de escribir
Al revés. “Hacerse el muerto” sería uno de los libros menos rentable del mundo, teniendo en cuenta que me ha llevado siete años, de escritura, por supuesto intermitente. Un libro de cuentos, igual que uno de poemas, no se escribe de lunes a domingo, sino que más bien opera como escritura en espiral. Escribes el primer borrador, al cabo de unos meses lo corriges, al año le cambias el final, al año siguiente le cambias el punto de vista. Hay un trabajo insistente, obsesivo, pero que necesita la distancia temporal.

¿Algunos cuentos no son el origen de una idea de novela?
Un cuento nace para ser cuento, aunque esa idea luego pueda transformarse en otra cosa. Los cuentos tienen su impulso, su dimensión y su extensión. Cuando publicas un libro de cuentas te preguntan por qué, pero cuando publicas una novela no te lo preguntan. Hay un aparente presupuesto de que un escritor debería estar escribiendo novelas, y es un grave error, porque con ese planteamiento Borges estaría inédito

¿Hay un hilo conductor entre todos los cuentos?
Más que un hilo conductor, hay una actitud y un tono común: el de la tragicomedia, el de los estados de ánimo y las emociones contradictorias, el pasar del llanto a la risa, del duelo por un ser querido al carnaval y la ironía. Es un libro de contrastes, porque creo que la realidad se parece más a una montaña rusa que a una línea recta.
Y al final apuntas unas reglas maestras…
No son reglas, son solamente reflexiones. Me gustan mucho los extras de los DVD’s donde uno obtiene información suplementaria. Cuando te gusta una película o un libro sientes una curiosidad suplementaria Siempre he sido partidario de los bonus track, por supuesto al final, como opción y no como imposición. En mis libros de cuentos incluyo un pequeño apéndice teórico que no es una explicación ni tampoco pretende formular reglas, sino reflexiones al margen, ideas personales, pequeñas anotaciones sobre los problemas técnicos de la escritura del cuento. Es una especie de diario de a bordo en forma de aforismos. Cada dodecálogos indaga en una forma de entender el cuento, trata de radiografiar un modo, una poética del cuento en doce pequeñas ideas, con sentido del humor, principios irónicos y lúdicos, sin nada de aspiración normativa

En el próximo podrías incluir tomas falsas
Todo arte se nutre de tomas falsas y un error te conduce a una idea. En ocasiones en esas tomas falsas está el verdadero acierto, porque escribir es tanto cumplir un plan como estar atento a su incumplimiento. Empiezas un libro con una idea y la escritura te desvía hacia otra que era mejor. En ese sentido la escritura se parece a viajar.

¿En “Hacerse el muerto” Hay mucho intimismo y mucha experiencia personal?
Lo primero sí, lo segundo no creo. Hay un monólogo de un especulador inmobiliario y otro de un dictador, profesiones que todavía no he ejercido, ni tampoco la de mirona. Creo que la primera persona en literatura es mucho más amplia que la autobiografía del autor. La parte que se podría calificar de verdaderamente íntima o autobiográfica es la dedicada a la muerte de mi madre, que narra una experiencia que por desgracia es muy compartida y la he vivido varias veces. Es una experiencia muy íntima, por un lado, y por otro inmensamente colectiva. Hacer ficción era un modo no solamente de expresar un dolor, sino de analizar un fenómeno que es la muerte de los seres queridos ¿Quién no ha vivido una temporada en el infierno de un hospital? Son intimidades colectivas. El ombligo del autor no es tan interesante como el horizonte de sus lectores

Además de afirmar que los hospitales son las catedrales de los descreídos. ¿Cuál es tu relación con Dios?
Cuando yo llamo, Dios, desde luego no tiene cobertura, por lo que hace mucho que ya no le llamo. Me interesa más la dimensión trascendente que puede tener lo terrenal, me parece mucho más complejo lo humano que lo divino, que es muy simple: perfecto, infinito, constante, seguro..., todos esos valores me parecen muy poco literarios, mucho menos que lo vulnerable, lo imperfecto, lo incierto, lo débil. Lo divino ya esta hecho, cerrado, y tiene muy poco de artístico. No me interesa. Otra cosa es encauzar la espiritualidad, que es mucho más compleja que la religión, en alguien que no tiene un pensamiento divino. Si se me eriza el vello escuchando a Bach siendo ateo, está claro que la emoción humana llega más lejos que la certeza divina

¿Este tiempo tan convulso que vivimos es especialmente literario?
En los momentos de duda, de crisis o de desasosiego, el arte se siente cómodamente incómodo y redobla sus funciones, mientras que en momentos de bonanza puede parecer que la ficción es una especie de pasatiempo, de lujito que uno se da porque tiene tiempo y dinero, pero cuando está jodido se da cuenta de que tiene que ver con la supervivencia, de que es un lugar de creación de emociones, de reflexión, de observación de eso que llamamos realidad para entender qué coño está pasando

JR GARCIA BERTOLIN

ARTISTAS CON TOGA

ARTISTAS CON TOGA

Ninguno de los tertulianos del programa radiofónico con el que me desayuno todos los días ha visto “The Artist”, la película ganadora, muda y en blanco y negro, con lo cual el debate sobre los Oscar es imposible, empieza y acaba en tres segundos. Parece que ni los periodistas pontificantes, ni los políticos con cargo y ni siquiera los jueces de postín tienen costumbre de ir al cine. Malo. Obligado cambio de tercio al terreno judicial, que no deja de ser un peliculón constante donde ese fin de semana hubo sesión doble de “El Duque y el Juez”, que aparentaban saberse de memoria y sin salirse de un guión políticamente correcto que incluía críticas al vitoreado juez Castro por, presuntamente, haberle dicho al otro capo de Nóos que para declarar eso, y con tantas evasivas, era “mejor que no hubiera venido”. A los tertulianos de los medios de la derecha mediática les parece improcedente, o acaso de poco gusto, que un juez que se toma muy en serio su trabajo se mosquee cuando un miembro repudiado, pero menos, por la Casa Real, le hace perder el tiempo. Jordi Évole, oportunísimo, había planteado horas antes en su “Salvados” una de las preguntas del millón que más se hacen los españoles después de tantas vergonzantes absoluciones ¿Todos somos iguales ante la ley?, ¿La justicia es igual para todos?, como aseguró el Real suegro del imputado en su mensaje navideño. Puede que piensen así él y los “Siete del Supremo” que han acabado con Garzón, mientras desde fuera y desde dentro se reconoce que existen mil maneras, trucos, birlibirloques legales, para evitar que la justicia sea igual para todos, para que sea mucho más fácil que condenen al que roba una panadería, que a un alto consejero del Banco del Santander o a ese ilustre catalán, Félix Millet, que se ha llevado 30 millones del Palau de la Música, que ha saqueado una institución catalana hasta el punto de celebrar en ella y con cargo a ella las bodas de sus hijos, después de haber acometido las necesarias reformas por cuenta ajena.

Jordi Évole se muerde las uñas, se tira de los pelos de su incipiente barba y repite ¡joder¡ y ¡hostia! mientras escucha a Josep María Pijuan, el juez del Caso Millet, que no dudará en afirmar que para él, con sus 30 años de ejercicio de justicia democrática y justa, lo de Camps, cuyo nombre no se pronuncia, es un caso de cohecho pasivo. Antes de pasar a su siguiente y excelente interlocutor, José María Mena, Ex Fiscal Jefe de Catalunya, al que ETA quiso matar, el antiguo “Follonero”, hoy dedicado a disfrazar de ingenuidad sus lúcidas entrevistas en zapatillas, se detiene en un personaje secundario – para acabar con cine- del mundo judicial: el toguero, encargado de cuidar las togas en el Palacio de Justicia. Évole se acerca una a la nariz y asegura que huele que apesta. Debe sentir en ese momento lo mismo que millones de Españoles después de ver lo de Fabra, Camps, Garzón, Millet, Sáenz... Mena, ya jubilado, habla del sometimiento del poder judicial a un quinto poder fáctico y financiero, de la tentación togada de quedar bien, de no molestar a una fuerza tan poderosa que acrecienta la convicción popular de que la justicia distingue y tiene algo de puta vendida al mejar postor. "The Artist” con toga