miércoles, 12 de enero de 2011

LO QUE SÉ DE HAITÍ

Hoy el Telediario cuenta de graves disturbios en distintas ciudades haitianas, de asaltos y revueltas protagonizados por una población al límite de lo vitalmente imposible que echa la culpa a los Cascos Azules nepalíes de haber llevado al país el virus del cólera, que sigue contagiando y matando. Una cooperante asegura que lo peor está por llegar. Las imágenes son malas y la noticia dura apenas dos minutos


El año en que nací François Duvalier fue elegido presidente de Haití, un país del que en la España cerrada y dictatorial apenas se sabía nada más que lo que enseñaba la geografía oficial que se impartía en las aulas. Estábamos tan equivocados que ese nombre nos sonaba a paraíso, posiblemente porque lo asociábamos, o incluso lo confundíamos, con Tahití, en la Polinesia Francesa. A esa mitificación contribuía su ubicación caribeña (Caribe sonaba a felicidad) el nombre rimbombante de su capital, Puerto Príncipe, y la historia colonizadora que nos hablaba de la llegada de Colón a una isla hermosa llamada La Española

Tardaría algunos años en descubrir que la realidad era muy diferente, en empezar a recibir otra información, a conocer otros datos haitianos, que nunca eran buenos, a descubrir que Duvalier era un hijo de puta y un asesino que se mantenía en el poder a sangre y fuego con la ayuda de los Tonton Macoute, sus perros guardianes a los que se les atribuye más de 150.000 muertes. Papá Doc –siempre me pareció curioso que un tipo como ese tuviese un sobrenombre tan paternal- se hizo nombrar Presidente Vitalicio (más o menos como nuestro dictador Franco) y gobernaba con el apoyo de Estados unidos, que tutelaba la vida del país (más o menos como ocurría aquí). Ignoro si allí también había bases estratégicas y peligro comunista

A pesar de que España vivía un régimen feroz y de falta de libertades, también llamaba la atención que un dictador como Papa Doc dejase en el puesto a su propio hijo (todo muy bananero), que a un Duvalier (François) le sucediese otro Duvalier (Jean Claude), que los haitianos pasasen de sufrir las iras de Papa Doc a padecer las de Baby(Nené) Doc. A esas alturas ya tenía muy claro que Haití, en La Española, en el Caribe, no era ningún paraíso.

Pero el recuerdo más brutal que conservo del Haití de antes del terremoto y la epidemia de cólera tiene que ver con la insurrección popular que acabó casi treinta años de Papás y Babys Duvalier, las imágenes de la revuelta que aquí todo el mundo saludó al grito de “a todos los cerdos les llega su san Martín”, a pesar de las imágenes en que los torturadores ocupaban el lugar de torturados, de las detenciones de Tonton Macoutes. Parecía que, aunque fuese con ayuda del ejército, ese país cambiaba su destino y mejoraba su suerte, pero no…

Han sido tantos los cambios en el poder, los golpes de estado, los relevos presidenciales contados poco y mal, el paso de Henri Namphy a Manigat, el regreso de Namphy, que fue derrocado por Prosper Avril;luego Trouillot, y más tarde Jean Bertrand-Aristide, hasta una,dos y tres veces derrocado y repuesto. Entre medio más violencia, incluida una ocupación del país por los Cascos Azules…..y como colofón de este ir de tumbo en tumbo, el terremoto de 2010, la solidaridad momentánea, las promesas incumplidas y el papel “salvaguarda” de Estados Unidos.

En un país tan supuestamente católico como España llamó especialmente la atención un personaje como Aristide, debido a su condición de sacerdote salesiano que para muchos se antojaba como el redentor del pueblo destinado a poner fin a los problemas de un país tan castigado. Parece que no fue así, aunque mi documentación dice que René Préval, presidente cuando el 12 de enero se produjo el terremoto, era seguidor de Aristide

Sabemos que fue el primer país de América Latina en obtener su independencia, que su lema oficial copia el liberté, fraternité, legalité francés, que su constitución y su régimen presidencialistas se inspiras en Francia y Estados Unidos, perolas las vicisitudes de Haití han hecho que , especialmente después del terremoto, pero incluso ya antes, cuando encabezaba el récord de la pobreza y la instabilidad política, Haití fuese percibido como eso que las democracias formales suelen llamar “Estado fallido”, un sitio donde nada funciona y todo , aunque parezca casi imposible, pueda ir todavía a peor.

De algún modo es visto como el más africano de los países latinoamericanos (en el peor de los sentidos), también por el origen esclavo y negro de la mayor parte de su población, pero sobre todo por su incapacidad de salir adelante sin la tutela y la ayuda internacional. Haití es sinónimo de pobreza, de desigualad, de país mendicante, de destrucción de recursos naturales, de violencia, de catástrofes…

Un aspecto que llama mucho la atención, debido en buena parte a que ha sido de los más abordados (por exótico) en los medios de comunicación, es el del vudú, al parecer muy extendido, e incluso la creencia en los muertos vivientes (Zombies), aunque últimamente da la impresión de que allí casi todos los vivos se pasean permantemente en el linde la muerte. También sabemos que hay ricos que van a misa y viven en barrios mucho menos afectados por el terremoto.

Ni siquiera el seísmo de 2010, como tampoco los huracanes anteriores, los golpes de estado, los asaltos al poder, los mandatarios depuestos, han servido para que se de una imagen fiable y no interesada de ese país. La comunidad internacional, como suele ocurrir, respondió impulsivamente a la última de las grandes catástrofes, unos con soldados, otros con médicos, otros con ayuda material, y aquello se llenos de ONG’s. Pero los movimientos de solidaridad perdieron fuerza en poco tiempo y todos cuantos vienen de allí aseguran que lo peor para Haití empieza cuando deja de hablarse de su terrible situación. De hecho, ya hubo apagón informativo hasta que llegó la epidemia de cólera, y ayer, o anteayer, escuche que hacen falta urgentemente 120 millones de euros, ¿o era de dólares?, para hacer frente al enésimo problema de Haití.

No es mucho lo que sé de ese país que es una herida abierta permanentemente,
siempre supurando, pero que desde esta España empobrecida y cargada con sus propios problemas, que ha dejado de ser un país de nuevos ricos, se percibe demasiado lejano

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