martes, 14 de diciembre de 2010

MALAS VIDAS

Hay películas, incluso algunas tan sórdidas como Biutiful, que se te aparecen, que se te cruzan en la calle, que están llenas de lugares comunes, de universos compartidos, de las peores vidas que te circundan, te rozan y no siempre logras esquivar. Vidas bajo mínimos de las que crees estar a salvo, de las que sabes que malviven y existen más allá de tu plácida existencia con sueldo fijo y piso en propiedad. Historias intensas a las que has asistido un sábado cómodamente sentado en la butaca de la sala de proyección, y de las que al día siguiente, domingo prenavideño, puedes llegar a sentirte un figurante cuando recorres el centro más histórico de tu ciudad, que se ha convertido en un mercado donde abundan los africanos que venden productos chinos extendidos sobre mantas rudimentariamente preparadas para plegarse sobre si mismas con sólo estirar la cuerda, si hay que echar a correr otra vez más.



Dónde estarán en Valencia los inmundos talleres que alimentan el top manta, las habitaciones inhóspitas en que unos pocos asiáticos tendrán esclavizados a otros asiáticos, almas sumergidas, cuerpos tristes que no figuran en ningún recuento oficial, en ningún padrón, que no cotizan ni se echan en falta cuando se mueren, como en la película de Alejandro González Iñárritu. Esos hombres y mujeres llegados del otro lado del mundo seguro que también estarán expuestos a una muerte dulce por culpa de la mala combustión de una vieja estufa de butano, o a cualquier otra menos dulce. Me pregunto quién será el Bardem de turno de esa película en la que la Barcelona de Biutiful se convierte en Valencia como podría ser Sevilla, Bilbao, Zaragoza o Madrid, el españolito avispado que se busca la vida flotando en la sordidez, haciendo de intermediario entre los asiáticos que fabrican o simplemente ensamblan, y los africanos que venden a salto de mata en un esfuerzo y una pasión inútil por ganarse el derecho a disfrutar de los placeres y ventajas de una sociedad del bienestar que hace aguas, por arañar el dinero con el que seguir alimentando su miseria cotidiana en el hacinamiento de un piso sin cédula de habitabilidad.



Hoy parece un buen día para los vendedores negros de bolsos, relojes, zapatos, jerseys, películas, cedés, colonias…falsos, imitados, copiados, clonados, en casi todo menos en el olor. Se les ve más relajados, aunque no del todo, nunca del todo. Tal vez su particular Bardem, el hombre que exprime y pone en contacto esa conexión fatal entre dos terceros mundos que conviven y se retroalimentan en la cara más oscura de nuestro primer mundo, les ha dicho que hoy no habrá sobresaltos ni carreras, ni redadas salvajes como la de la película. Que también a ellos esta vez, aunque sean subsaharianos y mahometanos, va a alcanzarles el puto espíritu navideño. Se escucha un villancico y suena a chino, todo suena a chino.

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