miércoles, 5 de mayo de 2010

POLITICOS Y PAÑALES

“Los pañales y los políticos hay que cambiarlos cada cierto tiempo, y por el mismo motivo”. Lo dice el personaje que interpreta el histrión Robin Williams en “El hombre del año”, una de esas películas que, sin ser buenas, fatalmente doblada, gana valor con el paso del tiempo - es de 2006, cuando éramos felices, comíamos perdices y comprábamos pisos a troche y moche- porque la realidad, obstinada, cabuda, se empeña en imitar al arte, aunque dudo mucho que aquí, ni por un error informático en el recuento de votos, un humorista pudiese colarse en La Moncloa por muy famoso que fuese, que es lo que le pasa al personaje Tom Dobbs, ocurrente charlatán televisivo que un día decide optar a la Casa Blanca para darle caña a los partidos tradicionales, a sus mentiras y sus múltiples servidumbres.

Repito que la película dirigida por Barry Levinson (Cortina de humo, Good Morning Vietnam…) no es gran cosa, aunque incluya en su reparto a tres intérpretes que me gustan: Laura Linney (muchísimo),Christopher Walken , todavía en mi corazón cinéfilo como sargento hijo puta) o Jeff Goldblum. Lo que me sorprendió al cazarla en ONO fue encontrar en el guión frases de plena actualidad: “acaso tú eres una de esas chicas que preferiría un presidente sucio y sin reparos para perforar en zonas pantanosas” o el espeach que se marca Williams sobre la seguridad y los controles en los aeropuertos norteamericanos, que cada vez se parecen más a los controles en todos los aeropuertos, donde es imparable e inevitable que la lucha contra el terror se dé bofetadas con nuestros derechos individuales. Nunca lograré dejar de sentirme humillado cundo me hacen quitarme los zapatos, el cinturón, sacar las llaves, el dinero, el móvil, pasar por el arco y cachearme bien cacheado, ni cuando miran y remiran la foto del pasaporte para compararla con el careto acojonado del tío que tienen delante., que soy yo.

En “El hombre del año”, que acaba con consejo sobre pañales, higiene íntima e higiene social, hay un estupendo debate televisado en el que los candidatos oficiales, el presidente demócrata y el aspirante republicano, condescienden a que se incluya también al candidato chouman, ocurrente y sin aparentes posibilidades de ganar. Pronto se arrepentirán, cuando el pirado outsider reviente los tiempos marcados, reparta estopa y lance su arenga sobre las servidumbres de todos los candidatos de todos los partidos hacia los lobbys , grupos de presión, empresas mediáticas..., a los que les deben favores y hasta cantidades ingentes de fondos para sus campañas, sin olvidar la crítica sobre cómo se utiliza la family life en las contiendas electorales, sobre cómo se pasean esposas, esposos e hijos trajeados antes, durante y después de la campaña

Aquí un señor sin partido no tendría ninguna posibilidad de llegar a presidente (Gil se quedó a mitad de camino, y tuvo que montar uno), menos todavía si lo adornaba el sentido del humor, la causticidad y la voluntad de poner en tela de juicio un tinglado que cada vez funciona menos. El humor, el color, la lucidez y hasta la alegría parecen reñidos con las tareas de gobierno. A veces intentan ser irónicos y casi dan pena.

JR GARCIA BERTOLÍN

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