viernes, 7 de mayo de 2010

EL POLLO PELADO

SOMOS UN POLLO PELADO Y SE NOS COMEN CON PATATAS
(Publicado en Cartelera Turia)
En esta segunda entrega, nuestro colaborador José R García Bertolín finaliza su reflexión, iniciada la semana pasada, sobre la crisis actual de los medios de comunicación y la situación de los periodistas

Dice la gente fina que no es buen gusto hablar de dinero, pero cuando cuento lo que me pagaban al mes en mis primeras prácticas de verano, allá por el año 79, en el diario Las Provincias, no lo hago por joder, ni por dar envidia a los nuevos, ni por tocar las narices a los sufridos becarios de ahora, sino porque es la forma más elocuente, contundente y gráfica que se me ocurre para reflejar la deriva de esta profesión/oficio llamado periodismo, de cómo ha venido a menos durante los últimos 30 años, esos que ahora quiere celebrar la Unión de Periodistas como si los periodistas, colectivamente, como gremio, estuviésemos para fiestas y tuviésemos algo que celebrar.

Aquellas casi 45.000 pesetas que me pagaban mensualmente siendo todavía estudiante, con un contrato legal de auxiliar de redacción, ya les habría gustado cobrarlas, convertidas en euros, a algunos de los becarios del verano 2009, después de tres décadas en que los profesionales de la información hemos descrito una parábola que no es la del buen samaritano, sino una que tras algunos años de espejismo nos lleva a la desregulación, a la frustración y al desastre total. Conozco un montón de casos de jóvenes periodistas, que saben mucho más inglés, más informática y hasta son más guapos de lo que yo era, cuyos currículos da gusto verlos de tanto color y tanto photoshop, cuyos sueldos por tragarse el tórrido verano periodístico de esta ciudad apenas alcanzan los 300 euros. Los conozco, incluso, que lo hacen gratis o pagados únicamente por una expectativa de futuro o un certificado cuyo valor cotiza a la baja.

En medio de esta escabechina, de este ninguneo, de este desacato, de esta desvalorización, de este multiplicarnos por cero, ¿alguien puede imaginar que un médico, un ingeniero, un profesor o un químico, cobrase lo mismo que hace 30 años?, cuando ese dinero tenía un valor de cambio casi, digo casi, infinitamente mayor. Baste decir- perdón por ponerme un poco abuelo batallas- que en aquel momento yo pasaba el mes de Barcelona, sin grandes glorias pero tampoco muchas penas, con ¡15.000 pesetas! Esta profesión se ha venido abajo, y la culpa no sé si ha sido del chacha cha histórico y globalizador, de Internet, de un CEU que ha inundado el mercado de mano de obra barata sin ningún control, de nuestro particular silencio como corderos...

La Unión de Periodistas es muy libre de celebrar lo que quiera, incluso un funeral, incluso el provecho que sacaron del cargo algunos de sus directivos en tiempos pasados, o el que hemos sacado los que todavía pudimos conseguir un descuento en la compra de un coche por trabajar en un medio de comunicación que entonces se dedicaba más a hacer información que a perpetrar escabechinas indiscriminadas, pero en lo que se refiere a dignidad, a prestigio, a orgullo profesional, a condiciones laborales de los periodistas valencianos, hay bien poco que celebrar, acaso nada, apenas una deriva de cierres y despidos, de pérdida de plumas de objetividad, integridad, de libertad. Somos ese pollo pelado al que me refería la semana pasada, un animal asustado, indefenso, confundido, temeroso de que le vayan a hacer todavía más daño, un animal apareado con toda clase de gallinas, lanzado a toda clase de peleas, al que apenas le sale el cacareo- ¡quien lo ha visto y quien lo ve!- y que está para pocas fiestas. Lo nuestro es peor que lo del pollo de Evo Morales. Nos van a meter al horno y se nos comerán con patatas.

JR GARCÍA BERTOLÍN

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