viernes, 27 de agosto de 2010

ACUCLILLADOS

Puede que a ti te guste o puede que no
pero el caso es que tenemos mucho en común.
Bajo un mismo cielo, más o menos azul,
compartimos el aire
y adoramos al sol.

Te guste o no
me caes bien por ambas cosas.
Lo común me reconforta,
lo distinto me estimula.

Los dos tenemos el mismo miedo a morir,
idéntica fragilidad,
un corazón,
dos ojos y un sexo similar
y los mismos deseos de amar
y de que alguien nos ame a su vez.

Te guste o no (J. M Serrat) Transcripción parcial

ACUCLILLADOS

Por un momento trato de imaginar que este paisaje urbano en el que hoy se declara la alerta roja del sofoco insoportable, está poblado por hombres y mujeres acuclillados, seres humanos que adoptan como normal y cotidiana una postura física que aquí incluso puede revestirse de ciertas connotaciones escatológicas. Me imagino una vida acuclillada en este otro lado del mundo donde triunfan conceptos como la ergonomía y se pasan los días entre la horizontalización, el intentar vivir de pie antes que morir de rodillas o todo tipo de postraciones, desde el trabajo aborrecido hasta el crédito hipotecario, las prisas, la ansiedad, el estrés y la soledad

La primera vez, recién llegado a Vietnam, me resultaban cuanto menos llamativos, exóticos y hasta cierto punto incomprensibles, esos grupos de amigable charla acuclillada, esos entornos de acuclillamiento mercantil, esos concentraciones de hombres y mujeres que comen y viven en esa pose o sentados en minúsculas sillas de plástico, por no hablar de las mujeres y niños acuclillados sobre la proa o las barandillas de los barcos flotantes y las barcas desde donde ofrecen al turista y sus dólares todo tipo de frutas y mercancías.

Según donde naces y donde vives te vuelves posturalmente diferente, aunque todos amamos una buena charla, el contagio de la risa, aunque a todos nos guste que nos pongan las cosas del cuerpo en su sitio. Distintas son las lenguas y las razas, las formas de entender la belleza aproximándonos al sol o evitándolo y huyendo de él, pero en nuestra mal repartida deriva evolutiva desde el rey simio, llena de guerras entre toda clase de monos, demonios y dioses, como las que explican los bajorrelieves de los templos de Angkor, comida de tristezas, piojos y cucarachas, hemos asimilado distintas esencias del bipedismo reinante, incluso en las repúblicas socialistas, diferentes formas de manifestarnos posturalmente ante la vida. Trato de imitarlos, me acuclillo para intentar ver la realidad desde abajo. No se me rasgan más los ojos, no me vuelvo más pequeño sino más recogido, no soy menos sino otro que siente el peso de la incomodidad en sus piernas y allí donde la espalda se une al trasero con mayor o menor armonía.

Pasan los minutos y sigo siendo un hombre y no un concepto de estabilidad física ni geográfica, ni una metáfora, ni tampoco una hipérbole. Es otra perspectiva. Me acuclillo y, paradójicamente, soy transportado a un despertar en Hanoi donde el centro de la ciudad se llena de grupos de mujeres y hombres desplegados, descuclillados, que practican tai-chi, estiramientos o aerobic, que juegan al badminton en improvisados campos en el centro de esta gran ciudad, junto al lago Hoam Kien y su hermosa pagoda

JR BERTOLIN

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