martes, 2 de febrero de 2010

UN AÑO Y OCHO MESES DE CONDENA

De repente van y te descuentan tu vida-¡zas!- de la noche a la mañana, y los planes que habías hecho se van al carajo porque hay que trabajar un año y ocho meses más, que para eso naciste en el 57 y dicen que el sombrajo de las pensiones se viene abajo si no nos mantienen en el tajo dos años más, aunque yo me libre de cuatro meses por antiguo. Que sea para bien, y que las empresas privadas y algunas públicas no sigan haciendo de su capa un sayo y prejubilando a partir de los cincuenta o incluso antes.

Ahora no queda otra que resituarse en perspectivas vitales y laborales, que recomponer tu esperanza de futuro con la única alegría de que cuando acabe de pagar el hipotecario todavía me quedarán- espero- casi dos años cobrando más de lo que será la pensión para superviviente relativamente bien mantenido que me aguarda si vivo para contarlo. En un año y ocho meses me haré un poco más viejo, más pellejo, y perderá facultades para darme la gran vida viajando por ahí con el inserso y sin tener que pagar pensiones alimenticias. En mi gremio, a diferencia del SEPLA, no tenemos estudios que revelen que palmamos al poco de dejar la vida activa, argumento falaz que los pilotos de líneas aéreas utilizan para justificar sus grandiosos sueldos y poner en jaque al país cada vez que no se salen con la suya. Espero que me quede tiempo para ser un jubilado que no lo aparente, para estudiar sin necesidad, para cuidarme, para tener autonomía y una vida digna, pero todo es tan confuso que a lo mejor me quedo con las ganas. De momento nada que ver con mi santo y fallecido padre, el que sale en la foto, que a mi edad, más o menos, pasó a mejor vida sin necesidad de morirse y vivió ¡36 años! como jubilado de lujo. Bendita reserva activa.

Me han descontado y me he descontado. Una condena extra de un año y ocho meses por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

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