lunes, 8 de octubre de 2012

DE LA MALETA DE CARTÓN AL SKYPE. OTRA VEZ EMIGRANTES





La emigración siempre es desarraigo, desgarro, siempre va acompañada por esa rabia que produce abandonar lo que se ama, como decía Labordeta, aunque lo que se ame sea un país lleno de hijos de puta que a menudo apesta, comido por la sarna de la falta oportunidades, por la imposibilidad de encontrar un trabajo decente, o ni siquiera uno indecente y mal pagado, como esa España de los años 60 a la que remitía el excelente documental “El tren de la memoria”, tan oportunamente emitido en Versión Española.



Algunos pensarán que poco a o nada tienen que ver estos hijos nuestros, ingenieros, veterinarios, publicistas, abogados.., que cogen un vuelo low cost para buscarse la vida como camareros, como recepcionistas de hotel en Edimburgo o Hamburgo, con esos dos millones de españoles que hace cincuenta años salieron de España en trenes infames y cargados con maletas de cartón con destino a Alemania, Francia, Suiza y los Países Bajos. Casi el ochenta por ciento de aquellos emigrantes hacinados en vagones que parecían a punto de desencajarse en el traqueteo eran analfabetos, y la mitad de ellos clandestinos y sin contrato de trabajo. Estos de ahora tienen estudios, chapurrean o hablan medianamente bien el inglés , el francés o el alemán, pero comparten la común condición de emigrantes forzosos con aquellos antepasados de gestos tristes reflejados en el documental dirigido por ana Pérez y Marta Arribas, cuya visión produce una enorme rabia y recelo tanto hacía el país que expulsa a sus hijos, también a los mejor formados, como hacía los países receptores que hoy, igual que en los 60, se aprovechan del perro flaco comido por las pulgas, de una España maltrecha que ya no es franquista ni fascista pero en la que anidan toda clase de aves rapaces.



Ahora las cartas que empezaban con aquel “Por la presente….”, y que algunas veces eran dictadas por quien ni siquiera sabía escribir, han sido sustituidas por conversaciones en el skype, por intercambio de información a través del wasap. Pero la esencia de la ausencia permanece, aunque la foto en blanco y negro haya sido sustituida por otra a todo color que llega a través del móvil y en las que puede verse al hijo ausente comiéndose una paella junto a otros hijos ausentes, reunidos para reir y añorar en el exilio forzoso. Solo falta que vuelvan a resurgir por doquier, en esa Europa rica que nos mira con menosprecio por haber malbaratado nuestras oportunidades, aquellos clubes y centros del emigrante, aquellas Casas de España, donde nuestros emigrantes se recluían más o menos voluntariamente huyendo del rechazo de la población nativa, de quienes los veían como “españoles de mierda”, carnaza de tajo y jornadas interminables, carne de barracón, mano de obra barata. Ahora, en lugar de enviarles joteros, flamenquitos y castañuelas de Lucero Tena, tal vez nuestro ingenioso gobierno acabe por reclutar artistas concursantes televisivos para entretenerles en Navidad si, a diferencia de El Almendro, no pueden volver a casa. Maldito muro del idioma y las costumbres que sitúa en inferioridad de condiciones al que viene de otro lugar y lo hace más vulnerable. Carne de cañón

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