jueves, 11 de noviembre de 2010

LAS CENIZAS DE ÁNGELA

España ultimamente me duele todos los días, y Valencia no digamos- un dolor de que te cagas, como dicen algunos- pero hay ocasiones en que se cuelan otros dolores más lejanos, que vienen de sitios como el Sahara o Irlanda, que dejan de ser países, incluso países fantasmas o territorios ocupados, para manifestarse como pinchazos agudos que te recuerdan las miserias humanas, como golpes secos que te ponen de un humor de perros,necesitado de algún bálsamo, análgesico, calmante, antiinflamatorio (que no es lo mismo que antiinfla-amatorio) o anestésico que aplaque esa sensación de que la nave tierra va a la deriva por un mundo en el que- lo he escuchado esta mañana en la radio- la política se mueve por principios (como no sea el de Arquímedes) y la diplomacia por intereses, que suelen ser espúreos y bastardas en casos como el del antiguo territorio español donde se humilla y machaca a los nativos mientras políticos y diplomáticos se ponen de acuerdo para mirar a otro lado.



Irlanda hace aguas.Y esa imagen, enfermo crónico de cine y de literatura como estoy, me trae las escenas y las palabras de "Las cenizas de agua", el best seller de Frank McCourt convertido en película por Alan Parker, que transcurre en su mayor parte en una ciudad irlandesa ,Limerick, que siempre hacía aguas, donde la lluvia, las calles encharcadas y la la humedad insalubre eran una constante vital antes de llevarse, desvitalizados del todo, a tantos niños y mayores. Una película de tristezas y pobrezas irlandesas, de malas pintas y pintas de cerveza, que sólo puede acabar en emigración, con otro irladés más yendose a Estados Unidos, como se fueron a cientos de miles cuando la gran hambruna de la patata dejó el país sin una cuarta parte de su población.



En el imaginario colectivo, que en casos como este suele coincidir con el imaginario mediático, tanto Irlanda como España han sido secularmente representados como dos países pobres, con muchos más desheredados que ricos, hasta que llegó ese vuelco histórico que no tuvo que ver, como en el caso de Noruega, con la circunstancia geográfica de estar sentados sobre un gran barril de petroleo y la posibilidad de poder conservar el pescado en salazón evitando que se pudra, sino con las ayudas europeas, el bombazo del ladrillo o, en el caso de Irlanda, con las inversiones preferenciales en el país por parte de norteamericanos muy ricos de origen irlandés.



Ahora son dos paises que se pasean peligrosamente cerca del abismo. Aquí los ladrillos se amontonan en fábricas y almacenes, y allí también se acabó el espejismo, la gran juerga irlandesa, los años en que esa misma ciudad de Limerick, húmeda coprotagonista de Las cenizas de Ángela, fue destino laboral de docenas de ingenieros, informáticos y jóvenes españoles con alta cualificación, para trabajar en esas empresas multinacionales de matriz norteamericana que cuando la cosa se puso fea no tardaron en recoger velas y abandonar la tierra de sus antepasados Ahora Irlanda vuelve a ser la pobre Irlanda, y y hasta los propios lugareños de Maverick querrían buscar un sitio menos húmedo e inhóspito cerca de cualquier Gran Manzana que no estuviese demasiado podrida, o poder tener una oportunidad en cualquier Clan de los irlandeses, donde nunca hay paro



JR GARCIA BERTOLIN

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