miércoles, 29 de septiembre de 2010

VERDADES VERDADERAS

VERDADES VERDADERAS

Dejadme que lo adivine. Mañana unos hablaran de éxito total y otros de fracaso estrepitoso. Posiblemente ambos mentirán, una vez más, como cuando después de una manifestación se restan o se multiplican manifestantes en lugar de sumarlos, según convenga, y donde unos ven cinco mil otros ven quinientos mil, pero todos hacen igual ridículo y, lo que es peor, pretenden hacernos pasar por tontos del culo. ¿Quién dijo aquello de que la verdad os hará libres? Ah, un tal Juan, evangelista por más señas. A los del caso Malaya la verdad…, la verdad es que se la suda. Por eso todos aseguran estar tranquilos y proclaman su inocencia mientras sus abogados piden nulidad.

Verdades y mentiras. Decía Foucault que la única verdad verdadera era la del loco, porque como el que la dice está pallá no tiene ni siquiera un 0’5 por ciento de mentira en su composición. A gremios como políticos y sindicatos les une la cordura bolera de la supervivencia, de tener sus chiringuitos muy bien montados, aunque cada vez más fuera de ordenación. Y tampoco es lo mismo un sindicalista en la administración, la única especie de funcionario capaz de ir a trabajar con bermudas, camiseta de tirantes y chancletas, porque a nadie da cuentas, que en un fábrica de coches, donde paran todos pero nadie puede dar cifras verdaderas sobre cuantos lo hacen por convicción y devoción, y cuantos por coacción, porque se ven arrastrados por la corriente.

Cuando un político describe su parábola y entra en caída libre, aunque luego con el tiempo se recupere su imagen, especialmente sí se muere, ¡que la muerte nos siente a casi todos tan bien!, lo primero que suele reprochársele es que miente. Le pasó a Felipe González, al que durante una larga temporada lo que más le llamaban quienes pretendían atacarle era Pinocho (¡que gran personaje!). En el gremio de gobernantes se pasan el día prometiendo –puedo prometer y prometo, que decía Suárez- y luego no pueden cumplirlo todo. Queda la palabra, y los titulares, frecuentemente cargados de falsedades que no se creen ni los que han decidido comprar esas promesas y publicarlas a cuatro o cinco columnas.

La palabra es muy sufrida, y esta vida loca es un partido de ping pong, y también un poco un partido entre Pin y Pon. Nadie quiere dar un punto por perdido porque todos tienen su claca de incondicionales que les aplaudirán por mucho que falten a la verdad. No se si la mentira, como la poesía, es un arma cargada de futuro, pero tiene un presente cojonudo, y hasta puede llegar a ser una casa con vistas al mar donde instalarse tan ricamente. Es ley de vida y ley de la jungla. Todos mienten, y algunos incluso mienten más que hablan.

JR GARCÍA BERTOLÍN

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