lunes, 18 de noviembre de 2013

MEMORIAS ESCUPITAJO

En lugar de tinta, literal y figurada, muchos emplean una mezcla viscosa de sangre y saliva para escribir sus memorias, que convierten en ajustes de cuentas con el pasado y vendettas, en rehabilitaciones personales e intransferibles y  recopilaciones selectivas de recuerdos e historias para salvarse uno mismo y a los demás, si es menester , que les vayan dando.

En el ejercicio de reconstrucción del pasado por parte del ser humano, especialmente cuando se vive un presente en estado de derribo, funciona, sobre todo a partir de una edad, una  inevitable y acaso irresistible tendencia a mangonear, a alterar datos, cifras, momentos y circunstancias - que no siempre es voluntaria ni plenamente consciente- con la que en la mayoría de los casos se persigue librarse  de la quema al grito de "será nuestra divisa salvar al menos la camisa".

Creo que los libros de memorias, y especialmente los escritos por políticos como Aznar, Felipe González, Bono o ahora Pedro Solbes , son tan viscerales y egocéntricos como poco fiables para conocer eso tan maleable y zarandeado que es la verdad. Se escriben más por vanidad que por necesidad, además de que porque una editorial considera que hay público y pone una buena oferta sobre la mesa, lo suficientemente buena para que uno escarbe en su percepción de lo que fue y, después de callar y filtrar lo inconveniente y  lo innombrarle, haga un ejercicio de presunta sinceridad que generalmente - hay excepciones- no supera la prueba del algodón ni del interés ni de la objetividad.

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